martes, 11 de marzo de 2014

         Vente al teatro

 En el mes de febrero tuvo lugar en nuestra ciudad la XIV Mostra de Teatro Clásico de Lugo. Constaba de ocho funciones de oferta variada, desde obras clásicas como El asno de oro de Apuleyo, interpretada nada menos que por El Brujo, a obras más conocidas como El lago de los cisnes o El cascanueces. El festival comenzó el día 31 con Hécuba, de Eurípides, a cargo de Pentación, bajo la dirección del premiado José Carlos Plaza. Esta obra fue un éxito de taquilla, quizás por  contar en el reparto con la figura de Concha Velasco. Evidentemente, exhorté a mis alumnos a asistir a dichas representaciones. Por otra parte, el 15 de febrero se representaba La Celestina, obra de lectura obligatoria en 1º de BAC, que cerraba el ciclo de la Mostra. Fue una grata sorpresa encontrar a muchos de mis pupilos en la función. Salían entusiasmados y enardecidos comentando la puesta en escena, la simbología e interpretación de los personajes. Les sugerí que canalizasen ese tropel de ideas y lo volcasen en el papel. Goretti aceptó el desafío y nos deleitó con su personalísima visión de la función. 

Aquí os mostramos su comentario.

La austeridad y la magia de Atalaya llegan al Gustavo Freire

por Goretti

      La puesta en escena de La Celestina, la obra  más famosa del teatro clásico castellano, y  una de las más difíciles de representar, nos ha sorprendido positivamente el sábado 15 de febrero en el Gustavo Freire de la  mano de la compañía sevillana Atalaya.

     El folleto  prometía una versión con rasgos surrealistas y expresionistas. Al abrirse el telón, la actuación empezó con una desafinada canción de la vieja Celestina y con el encuentro de Melibea y Calisto en un jardín. Este fue representado haciendo girar estructuras metálicas rectangulares sobre sí mismas y creando efectos de luz. Aunque dicho así suene extraño, dichas estructuras constituían el cien por cien del decorado. Los continuos cambios de espacio en el libro exigen versatilidad. El director, Ricardo Iniesta, optó por usar un único  material, sí, estos esqueletos metálicos. Mientras los focos se centraban en uno o dos actores, estos cambiaban de posición sin que el espectador lo percibiese.  Así, unos cinco pares de estructuras, podían ser las paredes de una habitación, un dormitorio o incluso árboles. Esta ausencia de decoración, presupuesto, trabajo o como lo queráis llamar, no era una falta que dificultase la comprensión de la acción. En realidad, otorgaba ciertos atributos: la atención se focalizaba en los intérpretes, quienes, con agilidad, saltaban y “jugaban” por las estructuras, dándoles la función deseada. Por otra parte, la materia –acero o hierro- y la forma de dicha armazón transmitían la sensación de frialdad y  aislamiento o encierro que nos hacía pensar en una de las constantes del libro: la soledad del individuo.

       Algo que ayudó a la obra de Fernando de Rojas a pasar a la historia fue su enorme carga simbólica. El grupo Atalaya añadió elementos o materiales repletos de simbolismo como cuerdas rodeando a Melibea a modo de cárcel (su virginidad), telas rojas atravesando el escenario de lado a lado para evocar las dudas de Melibea sobre Calisto o personas agarrando a Melibea durante su suicidio.

       Un momento de la representación de La Celestina. (Foto: Sebas Senande publicada en El Progreso)

      Otros añadidos de Ricardo Iniesta fueron las no escasas escenas musicales. Estas  casi siempre quedaban reservadas a las intervenciones de la Celestina evocando la magia y conjuros o el humor y la sexualidad. La obra se abría y se cerraba también con un coro de voces.

     Cambios quizás no tan acertados fueron la sustitución del famoso cordón que Melibea otorga a Calisto en la obra por un pañuelo verde (ni tan siquiera rojo o blanco, sino verde) y la escasa transmisión de pasión entre los amantes, siendo la pasión el  motor de la historia.

       En cuanto a las actuaciones, aun considerando la diversidad de gustos en la materia,  creo que cualquier espectador destacaría la actuación de Carmen Gallardo en el difícil papel de  la  expresiva y obscena Celestina. Algunos personajes principales de la obra tal vez se hayan visto ensombrecidos en la escena por los que deberían ser secundarios.  Así llenaron la escena figuras como la criada de Melibea, Lucrecia, interpretada por Lidia Mauduit, con su irritante voz y su estirada  figura o   como Sempronio y Centurio, interpretados ambos por el  camaleónico Manuel Asensio, con su desbordante energía y potente voz.