jueves, 28 de enero de 2016

Los libros curan

El título no me pertenece. Es un artículo de Martín Caparrós publicado en El País. Cuando un compañero o compañera deja caer en tus manos algo que lo ha removido y lo comparte contigo, sientes la imperiosa necesidad de ponerlo a buen recaudo. Es una acción íntima, cómplice y afectuosa. No compartes una lectura con alguien que te importa un pepino. Hoy Marian Casado, profesora de Historia y compañera en estas lides educativas, me ha agasajado con una copia del artículo. En el margen derecho trazó una llave destacando aquello que le parecía ineludible por pura afinidad y concordancia. ¿Qué idea la sacudió? Aquella que nos sacude a todos/as.

"Para mí, que nunca supe por qué leía o escribía, fue una revelación tras otra –o casi–:

–que leer parece una pérdida de tiempo pero en realidad es un enorme ahorro, porque te presenta un arco de hechos y emociones que tardarías años, siglos en vivir;

–que leer es entrar en un simulador de vida que te lleva a testear sin peligro todo tipo de situaciones y decidir qué te conviene más;

–que leer produce la magia de mostrarte cómo ven las cosas los demás y entonces te hace ver las consecuencias que tienen tus acciones y eso te hace, dicen, ser mejor persona;

–que leer te hace sentir menos solo porque te muestra que esas cosas raras que piensas las han pensado otros, que han sabido ponerlas en palabras que te describen aún mejor que lo que tú mismo podrías;

–que leer te prepara para eso que la crueldad del mundo moderno llama “fracasar”, mostrándote la falsedad, la banalidad de eso que este mundo llama “éxito”.

Para eso, dicen, no hay que tratar la lectura como un entretenimiento, un pasatiempo playero, sino como un instrumento para vivir y morir con más sentido y más sabiduría. O sea: una terapia."


Accede al artículo completo de Martín Caparrós.