jueves, 21 de abril de 2016

“Amor, amar, amor. Amor de caracol…” 

   Andrea Pereira Castro

    Una frase sin demasiado sentido, que a simple vista puede parecernos una mera rima, pero que esconde un significado profundo.
     
     Los caracoles son seres vivos hermafroditas, esto es, un solo individuo posee los sexos masculino y femenino indistintamente en diferentes etapas. Sin embargo, los caracoles  no son capaces de autofecundarse y necesitan, para su reproducción, practicar el acto sexual con un individuo de distinto sexo. Esto no significa que no puedan decidir si adoptan el papel de macho o el de hembra, esa es, efectivamente, la particularidad que muestran estos animales.
   
      Imaginemos por un momento que nosotros, los seres humanos, Homo sapiens, pudiéramos convertirnos en caracoles. ¿Qué pasaría? La naturaleza es sabia, pero nosotros pensamos que podemos derrotarla. Pronto nos encontraríamos con caracoles más fuertes que impedirían que mudáramos sexualmente; por lo que nuestro “hermafroditismo” quedaría solo en un plano teórico, perdiendo eso que nos hace únicos, esa virtud o tara pero que, de alguna manera, nos define. (Bien, a nosotros no, pero sí a los caracoles).
   
     Cuando me dijeron que íbamos a ir al teatro no me emocioné demasiado: soy sincera, las Bellas Artes no es algo que me apasione y, dado que el departamento organizador de dicha salida era el de Lengua, pensé en otra de las numerosas obras básicas y aburridas para colegios e institutos. Más tarde me informaron de que era una interpretación de una obra de Lorca hecha por universitarios. Ahí ya me llevé las manos a la cabeza e interioricé el hecho de que solo era una hora y media…
   
     “El que tiene boca se equivoca”, solía decir una antigua profesora mía. Me siento satisfecha y feliz de poder probar la veracidad de esta afirmación. Sentir a los actores a solo un par de centímetros de ti, percibir con nitidez sus expresiones, tratar la sexualidad de una forma tan natural y tierna y a la vez, con una pasión desmedida hacen que, sin lugar a dudas, recomiende por encima de todo, disfrutar la obra O público.
   
     Porque, al igual que los caracoles que sacan sus cuernos al sol, esta obra te hace pensar, te hace darte cuenta de que aún en la sociedad actual existen muchos prejuicios…  “…De que el amor no es totalmente libre pero que, por supuesto, debería serlo.”