jueves, 5 de noviembre de 2015

Allá en la luna perdido: Luis Cernuda

ANDREA ESTRELLA ARIAS DÍAZ
“Quiero beber al fin su lejana amargura;   
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa   
Mientras siento las venas que se enfrían,   
Porque la frialdad tan sólo me consuela.  

Voy a morir de un deseo,                                   
Si un deseo sutil vale la muerte;   
A vivir sin mí mismo de un deseo,   
Sin despertar, sin acordarme,   
Allá en la luna perdido
entre su frío.”
Luis Cernuda (2014).
                      Recuperado de http://www.lne.es/gijon/2014/09/11/cernuda-gusta/1640383.html
    Hace dos años, una persona muy especial para mí me dio un papel que contenía esta cita. Me maravillé completamente (no por el poema, sino por el acto). Tiempo después descubrí entre los libros viejos de mi padre uno del mismo poeta y dije “¿Por qué no?”. Puede desgarrarte la piel, hacerte sentir su dolor como tuyo y, a la vez, acariciarte muy delicadamente, con la dulzura de la comprensión. Es un recuerdo lejano al que vuelvo, palabras que se aposentan rebobinando al pasado. Sin duda, se unió a mis “imprescindibles de la poesía” junto a Bécquer, Miguel Hernández, Neruda, Machado, Lorca... Al leerle, no puedo evitar recordar aquella muestra, que tanto influyó en mí. Espero que os guste este pequeño “acercamiento” a él.

        Hace 52 años, un 5 de noviembre, el corazón de Luis Cernuda decidió dejar de arrastrar tantos recuerdos, incomprensión y silencio.

        En tierras andaluzas, el 21 de septiembre de 1902, una vida que estuvo rodeada de abrumadora soledad dio comienzo. De familia burguesa, Cernuda expresó en su adultez su descontento y radicalismo antiburgués. Quien sin duda marca una gran influencia en su poesía es Gustavo Adolfo Bécquer, caracterizándola de neorromántica. Su desengañada visión sobre el amor y la vida, su nostalgia de la infancia vivida en Sevilla y su perpetua soledad hacen presencia notable en una obra que se muestra sensible y melancólica, siempre dentro de los límites de la serenidad. Su homosexualidad y su carácter retraído y tímido condicionan su sentimiento de ser “un naipe cuya baraja se ha perdido”.

        Conoció a grandes figuras literarias como Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Lorca o Vicente Aleixandre y pertenece a la Generación del 27. Se licenció en Derecho en la Universidad Hispalense donde fue alumno de Salinas. A lo largo de los siguientes años fue publicando obras como Perfil del Aire (1927), Los placeres prohibidos (1931), Donde habite el olvido (1934) o Las nubes (1940, a partir de esta el tono elegíaco se acentúa). Durante la Guerra Civil se exilió a Inglaterra y enseñó español en la Universidad de Glasgow. En 1947 se traslada a Estados Unidos continuando su trabajo en Mount Holyoke College. Su viaje termina en México, a donde va en 1952 y de cuya Universidad Nacional Autónoma también es profesor.

         Así nos hablaba Lorca sobre Cernuda y un libro suyo:
La realidad y el deseo me ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sobra. Libro delicado y terrible al mismo tiempo como un clavel pálido que manara hilos de sangre por el temblor de cada cuerda. No habrá escritor en España, de la clase que sea, si es realmente escritor, manejador de palabras, que no quede admirado del encanto y refinamiento con que Luis Cernuda une los vocablos para crear un mundo poético propio. (Ver)
      Ahora, Vivir sin estar viviendo, cobra otro significado para este poeta que, sin estar viviendo, todavía vive.



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