lunes, 28 de noviembre de 2022

Una existencia paralela en El Silmarillion, de J.R.R. Tolkien

XAN RODRÍGUEZ NAVARRETE

«Bajo su canto los brotes crecieron y se hicieron hermosos y altos, y florecieron; y de este modo despertaron en el mundo los Dos Árboles de Valinor, la más renombrada de todas las creaciones de Yavanna». Tolkien, mi querido Tolkien, ¿no es acaso esta también tu obra maestra?, ¿no brilla más, y es más negra, la olla que contiene la mismísima existencia?

En muchos aspectos esta obra es ciertamente curiosa. El Silmarillion (un ejemplo) fue publicado por primera vez cuatro años después de la muerte de John Ronald Reuel Tolkien, el autor, según nos advierte Christopher (hijo de J.R.R) Tolkien en el prólogo. Y es que es difícil concretar cuándo fue escrito. Todo su contenido es el trabajo ininterrumpido de un hombre en más de medio siglo, desde que comenzara en plena I Guerra Mundial (en la que tomó parte) hasta sus últimos días de vida (1973); un compendio de narraciones, poemas y esbozos inacabados sobre la historia de todo un universo, a veces no tan ficticio, que no fueron escritos en orden cronológico; un conjunto de culturas, saberes, héroes y hazañas que Christopher tuvo la tarea de unir en un solo libro publicable, con cierta linealidad temporal.

El Silmarillion narra las historias principales que acaecen en Eä, el universo material, y más allá, en las estancias de Ilúvatar, dios creador de todo. Pero esta es una definición un tanto vana, estéril. No, El Silmarillion es mucho más. Es la grandeza y belleza del acto de crear, una alabanza a la sed de conocimiento y transformación hacia la perfección, una discusión eterna entre aquel que busca poseer más y aquel que busca construir sus propias riquezas (una crítica, en mi opinión, a la sociedad consumista que empezaba a conformarse en nuestro mundo tras la IGM), un desprestigio a la envidia y al rencor, una representación de que la putrefacción pervive siempre tal vez por ser parte de sus orígenes…


Todas estas cuestiones, partes inalienables de la vida, plasmadas, por ello, en la totalidad de la vida. Ilúvatar, una deidad extratemporal y extraespacial, crea, a imagen de la música que interpretan los vástagos individuales de su mente (los Ainur), el todo (Eä), un globo flotando en una negrura (Arda, la Tierra). Pero ya cuando la música sonaba una melodía vanidosa se alzaba sobre ella. Melkor, el más poderoso de los Valar (los Ainur mayores), corrompe la belleza de la canción y deja huella en la posterior Arda, iniciando así un mal que perdura a lo largo de todos los años, transmutable pero imperecedero. Los Valar, Melkor incluido, se someten corpóreamente a Arda y deciden habitar allí, para preparar la llegada de los Hijos de Ilúvatar, los Primeros Nacidos (Elfos, Eldar) y los Segundos (Hombres, Atani). Mas Melkor, en su envidia por Ilúvatar y Manwë, pervierte cada trabajo; e intentará también llevarse consigo a los Hijos, matando y sembrando el odio entre los que no se unan a él. Cada hecho de El Silmarillion es importante, pero de entre todos el mayor es el de los Dos Árboles. Telperion y Laurelin dan luz a Arda, y gracias a ellos muchos elfos fueron acogidos por los Valar, y las sombras fueron espantadas. Pero uno de los más habilidosos Eldar, Fëanor, consiguió encerrar parte de su resplandor en tres joyas, los Silmarils; cuando Melkor ataca y destruye los árboles, estas joyas son las únicas que pueden revivirlos, pero la codicia de Fëanor lo lleva a maldecir a los Valar y a negarles ayuda, sumiendo a su casa élfica y a todos los que se unieran a ellos a las desgracias que más tarde sufrirían, y que dan forma a las historias que siguieron.  

El Silmarillion, una de las mayores obras de la literatura, eclipsada por El Señor de los Anillos, pero imprescindible para aquellos que de verdad deseen conocer más sobre su historia y personajes, como Beren, Lúthien, Eärendil, Galadriel...; y, sin embargo, no es una lectura exclusiva para allegados a las orillas de Tolkien, es totalmente independiente y, pensándolo bien, leérselo antes que otros títulos puede ayudar bastante a entender sus páginas. Eso sí, es poesía especializada en prosa, no es una novela caballeresca como las anteriores. Por tanto, ¡cuidado con qué escoges, puedes empañar tu visión de otras obras o quedar atrapado en un mundo fantástico! ¡Que las sabias lágrimas de Nienna rieguen tus pasos, querida bibliófila o bibliófilo!